Noté como su boca se posaba sobre mi mejilla, se deslizaba hacia mis labios y suspiraba.
Abrí los ojos y lo encontré allí, en mi habitación. Su pelo rojo se percibía perfectamente porque ni la oscuridad era capaz de ocultarlo, sus facciones se movían cada vez que me daba un beso y sus brazos me abrazaban proporcionándome todo el calor que hacia tiempo que no me daba.
Encendí la luz y abracé su precioso cuello mientras él rozaba mi pelo dorado con sus labios.
- Por fin has vuelto, te he echado de menos.
- Yo también mi princesa, yo también.
- ¿Ha pasado el peligro? - pregunté mientras seguía besando sus finos labios.
- Luz…- dijo inspirando con fuerza.
Cuando pronunció mi nombre me estremecí y entendí que el peligro era algo con lo que teníamos que vivir para siempre.
- Cariño…los he despistado pero es muy difícil. Esto que estamos haciendo es peligroso, si descubren que nosotros estamos juntos te mataran y no puedo permitirlo - su voz sonaba segura pero yo no estaba dispuesta a darme por vencida.
- Podremos conseguirlo, hemos vivido con el peligro y podemos seguir viviendo con el.
- Luz, no vuelvas a empezar, esto es imposible, en cualquier momento nos descubrirán y todo acabará. Te matarán y me obligarán a ver como te apuñalan y te desangras mientras yo te pido disculpas por haberme enamorado de ti.
- Parece la típica película donde los enamorados luchan por estar juntos sin que nada más les importe - admití con ironía.
Sus ojos me miraron con ira. He de admitir que nunca antes los había visto así y eso me asusto lo suficiente para hacerme callar.
- Luz, he venido a despedirme porque no quiero que te pase nada. Eres la persona que amo y no voy a dejar que nada te haga sufrir y si para eso tengo que dejarte ir lo haré, porque eres lo más importante en mi vida.
- ¿De verdad no dejaras que nada me haga sufrir? - no esperé a que respondiera y continué con una voz dolida que le asestaba puñaladas por la espalda-. Pues no lo estas haciendo muy bien que digamos porque eres tu el que me esta haciendo sufrir.
Creo que las últimas palabras las dije gritando pero realmente no estaba realmente segura.
- La decisión está tomada y es irreversible- se notaba que mis palabras le habían hecho daño pero no iba a cambiar de idea.
- No me dejes- supliqué.
- No hay otra opción.
- ¿Por qué?
- Porque corres un grave peligro a mi lado.
- Tú no eres como los demás, a lo mejor…si se lo explicamos…
- No, los guardianes no atienden a razones. Lo siento Luz, -cogió mi barbilla con su mano izquierda obligándome a mirarle a los ojos- a mí también me duele pero no puedo permitir que te hagan daño por estar con alguien como yo.
- ¡¿Cómo tu?! Eres la persona que amo y no serías capaz de hacerme daño.
- Lo sé, pero ellos no lo entenderían y es imposible que crean que... - su voz se quebró antes de terminar la frase.
- ¡¿Qué un demonio como tu fuera bueno?! -mi irritación iba en aumento y pronto iba a estallar.
- Soy un demonio que ha nacido y crecido en el infierno; es lógico que no quieran que este en la superficie.
- No haces daño a nadie.
- Luz, el deber de los ángeles es mantener a los demonios en el lugar de donde procedemos y fuera de la vista de los humanos entre otras cosas. En este caso están incumpliendo su deber.
- Entonces… ¿todo ha terminado?
- Me duele mucho más que a ti, cielo.
Lo abracé con todas mis fuerzas mientras lo besaba manteniendo la norma que habíamos pactado desde el momento que decidimos ser pareja.
Una sacudida de tierra nos hizo perder el equilibrio. Dan cayó de espaldas al suelo y yo sobre su pecho desnudo. No me había dado cuenta de que no llevaba camiseta ya que no me había levantado totalmente de la cama en la que dormía antes de que su aroma endulzara mis sueños. Su piel morena llena de sudor me demostraba que había realizado un largo viaje para visitarme y la sacudida que no había venido solo.
Se levantó de un brinco y corrió hasta la ventana. Su cabeza se movía en busca del causante del movimiento de tierra porque, como ambos suponíamos, no era un terremoto normal y corriente.
- Demasiado tarde, nos han descubierto -dijo mientras se giraba para dar la espalda a la ventana.
Me levanté lo más rápido que pude para acercarme a la ventana pero mi camisón de seda se resbaló por mi piel hasta caer al suelo. Mi ropa interior de encaje negro era imposible de pasar desapercibida y más con mi piel pálida.
Sus ojos se encontraron con los míos después de haber subido y bajado su mirada varias veces por todo mi cuerpo. Se ruborizó y volvió la mirada hacia la ventana.
- Luz, ponte algo más apropiado, por favor, que no es momento de tontear.
Me abalancé contra el armario y me coloqué unas mallas y una camiseta larga. Mientras buscaba la ropa sentí su mirada sobre la parte de atrás de mi tanga. Me ruborice nada más pensar en lo que podía pasar si nadie nos estuviera acechando.
- ¿Te gusta mi culo? -le pregunté con una pizca de deseo en mi voz.
Se puso rojo como un tomate pero no dijo nada y siguió vigilando por la ventana.
- La carne es débil- pensé.
Cuando estuve lista me situé a su lado. En aquel momento me alegre de que mis padres aceptaran a irse a Italia de vacaciones y recé para que todos los vecinos estuviesen durmiendo porque se habrían asustado al ver el jardín de mi casa.
Diez ángeles con mascaras negras y capas que no tapaban completamente sus hermosas alas blancas se distribuían entre los rosales de mi madre preparándose para atacar a la mínima señal de movimiento.
- ¿Qué vamos a hacer?
- Prepara una maleta con lo más necesario porque nos vamos -suspiró levemente -juntos.